La magia de conectar y la suerte de coincidir.
Soy Daniela Rosas, alumna de séptimo semestre de la Escuela de Enfermería de
la UP, y quiero compartir algunos detalles acerca de mi emocionante rotación
clínica, desde el momento en que pisé tierras desconocidas hasta las amistades
que construí.
A través de esta breve reseña espero lograr transmitir mi felicidad por haber
estado en un país que no conocía, realizando prácticas con pacientes reales que
me obligaron a salir de mi zona de confort; en especial para una chica como yo,
que nunca había tenido la oportunidad de salir de México.
El Hospital Universitario Austral, ubicado en el tradicional barrio del Pilar, en
Buenos Aires, nos abrió las puertas para realizar las prácticas de obstetricia. Allí
compartimos conocimientos y, sobre todo, tuvimos la experiencia de reconocer la
dignidad en la atención de la salud del paciente, aspecto que incorporaré
indudablemente en mi práctica futura.
En Argentina algo que me encantó fue que la enfermería no se circunscribe a la
toma de signos vitales, sino al dejar una huella positiva en los pacientes, por la
que somos profesionales de Enfermería y de los buenos cuidados.
Durante la Semana Mundial del Prematuro, participamos en los talleres realizados
por Enfermería, para todo el equipo multidisciplinario de salud, y en las sesiones
para padres. En estas últimas, me percaté de que la enfermería puede intervenir
en varias áreas: participar en técnicas de respiración para disminuir los niveles de
tristeza, estrés y ansiedad —esto sólo para padres—; en el acompañamiento en la
fisioterapia para los bebés y en la educación para reconocer la importancia de
estar al día con la cartilla de vacunación.
Al principio de las prácticas, debo decir, me sentía un poco insegura de tratar con
neonatos, sin embargo, las mentoras de enfermería con las que estuve me dieron
la confianza de tratar correctamente a estos pacientes.
En la primera cesárea que vi, creí que no mezclaría lo emocional, pero, en cuanto
nació el bebé, mis lágrimas bajaron por mis mejillas. Aún no puedo explicar la
felicidad que sentí al ver a un recién nacido, una emoción que fue parecida a la
que vivieron los padres, que lloraban de alegría. En fin, no me alcanzan las palabras para describir lo que sentí.
Gracias a todo el equipo del Hospital Austral por compartir sus experiencias y por
la apertura que nos mostraron. Mis compañeros y yo los llevamos en nuestros
corazones.
Esperamos volver muy pronto.